Chapter 103
Capítulo 103
Daniela percibió el tono extraño en la voz de Sabrina y le respondió con voz queda, mientras el médico continuaba aplicando medicamentos en sus heridas.
-Mira, Sabrina, al final Araceli tomó una decisión extrema por lo que dije. Aunque sea tu amiga, si André vino a pedirme cuentas, pues no puedo culparlo. Araceli arriesgó su vida, terminó en urgencias y sufrió muchísimo. En cambio yo, ¿qué perdí con disculparme? Nada. Al contrario, salí ganando.
Daniela, conocida por su temperamento explosivo, en esta ocasión mostraba una serenidad desconcertante. Sus ojos, enmarcados por los moretones, reflejaban cierta resignación.
-No culpes a André por esto. Si no fuera por ti, créeme que esto no habría terminado tan fácil. Te lo digo en serio.
Sabrina sabía que Daniela tenía razón, pero aun así sentía una opresión en el pecho que no lograba disipar. Observó detenidamente las heridas en el rostro de su amiga, sintiendo una mezcla de culpa e impotencia.
-Pero esas heridas...
-Estas marcas no me las hizo André. Cada quien debe cargar con sus propias culpas, no es responsabilidad de él. Sabrina, quizás este sea precisamente el plan de Araceli. No caigas en su juego.
Daniela la miró con intensidad, sus ojos transmitían una advertencia silenciosa que Sabrina no pudo ignorar. El silencio entre ambas se volvió denso, solo interrumpido por el suave golpeteo en la puerta que anunciaba una nueva presencia.
Una figura delgada entró con pasos lentos y medidos.
-Fabián me comentó que te vio abajo... Me enteré que la señorita Daniela estaba herida y vine a ver cómo se encontraba.
Al ver a Araceli, el rostro de Daniela se endureció instantáneamente.
-Miren quién llegó, la víbora haciéndose pasar por santa.
Araceli ignoró el comentario mordaz y dirigió una sonrisa afectada hacia Sabrina.
-Qué bueno, señorita Ibáñez, finalmente encontró a su amiga.
Sabrina enfrentó la mirada de Araceli sin vacilar.
-¿Fue usted quien mandó secuestrar a Daniela?
Araceli compuso una expresión de confusión perfectamente calculada.
-¿De qué está hablando? No entiendo nada de lo que dice...
Ante su evidente actuación, Sabrina avanzó un paso, endureciendo la mirada y el tono de voz.
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-No importa si no quiere admitirlo. Ya llamé a la policía y pronto sabremos toda la verdad.
Sabrina, sin recursos ni influencias, había enfrentado enormes dificultades para rescatar a Daniela. Decidida a llegar hasta las últimas consecuencias, recurrió a las autoridades, quienes finalmente lograron localizar y liberar a su amiga.
-Llegas justo a tiempo. Si no hubieras venido, igual pensaba buscarte.
Araceli no se inmutó ante la amenaza velada. En lugar de mostrarse preocupada, esbozó una sonrisa ligera y confiada.
-André no lo permitirá.
En ese preciso instante, la puerta de la habitación volvió a abrirse. Dos oficiales uniformados entraron con paso firme y se dirigieron directamente hacia Araceli.
-¿Es usted la señorita Araceli Vargas Montero?
Araceli asintió con un movimiento casi imperceptible.
-Sí, soy yo.
-Está acusada de secuestro. Por favor, acompáñenos a la comandancia. -Yo no hice absolutamente nada. ¿No se estarán confundiendo de persona? -Para aclarar cualquier confusión, tendrá que colaborar con la investigación. Mientras los oficiales hablaban, se aproximaron para escoltar a Araceli. Sin embargo, antes de que pudieran siquiera tocarla, ella lanzó un alarido desgarrador.noveldrama
-¡Aaahh!
El grito no solo sobresaltó a los policías, sino que también dejó perplejas a Sabrina y Daniela. La expresión de Araceli cambió drásticamente, transformándose en una máscara de terror absoluto. Sus ojos adquirieron un brillo febril mientras comenzaba a gritar frenéticamente.
-¡Yo no fui! ¡Yo no fui! ¡No se me acerquen! ¡Les juro que no fui yo! ¡Por favor, créanme!
El cambio tan radical dejó a todos los presentes completamente atónitos. Araceli, presa de un aparente ataque de nervios, se aferró desesperadamente a la mano de Sabrina.
-Señorita Ibáñez, le juro que yo no hice nada... déjeme ir, por favor... ¿podría pedirles que me dejen en paz?
Las uñas largas y afiladas de Araceli se hundieron en la piel de Sabrina. El dolor agudo hizo que retirara instintivamente su mano, mientras observaba con desconcierto la transformación de aquella mujer que segundos antes mostraba una calma inquebrantable.
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